Ah, pobre Justin. El señor le dotó de un don para la música desde muy pequeño y Youtube le lanzó a la fama. Pero, como cuenta la película documental-musical-3D (guau, cuántos géneros juntos) 'Never say never', el drama se cierne sobre él cual cernícalo sobre un ratoncillo campestre. Miles de histéricas 'fans' gritan su nombre en todo el mundo (como se pudo ver hace unas semanas en Madrid y Barcelona), ajenas a estos peligros.
En primer lugar están todas esas historias de superación personal y de luchar por los sueños que apestan a futuro sórdido de juguete roto, igual que les pasó (que les está pasando, mejor dicho) a Britney Spears y Miley Cyrus. Luego, esa manada de tiburones que merodean en torno a él y a su gira, alimentándose de los restos que deja la estrella y a la espera de que ésta deje de flotar para zampársela.
Y, para terminar, la auténtica tragedia que cuenta la película dirigida por Jon Chu es que a Bieber, de 17 años recién cumplidos, le está cambiando la voz. ¿Dónde quedarán sus infantiles gorjeos?
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